Zoos, los no-humanos

“Los animales desaparecen de todas partes. En los zoos constituyen un monumento vivo a su propia desaparición. Y por ello provocan la última metáfora animal.”
(John Berger, Por qué miramos a los animales)

¿Pero qué demonios hace un rinoceronte en una jaula de Valencia? ¿De verdad llega a este punto nuestro afán de que todo nos pertenezca y necesitamos extraer a un animal de su hábitat sólo para el deleite de nuestros ojos? Aceptados como algo natural durante mucho tiempo, son cada vez más numerosas las voces que se plantean la pertinencia de los zoos en nuestras ciudades.

Recientes y lamentables episodios, como el sacrificio de una jirafa perfectamente sana en Copenhague para evitar riesgo de endogamia o el del gorila de Cincinnati en cuyo espacio había ido a parar un niño por descuido de sus padres han relanzado con fuerza el debate.

Las fotografías tomadas en modernos parques zoológicos, en donde los animales se encuentran en espacios que intentan imitar su hábitat original, así lo demuestran: cebras en Stuttgart, elefantes en Hamburgo o leones en Madrid. ¿Qué sentido tiene ponerlos en lugares que nada tienen que ver con ellos? ¿Un león sigue siendo un león cuando vive bajo calmantes entre piedras de cartón en una ciudad del norte de Europa?

Las fotografías de Ignacio Evangelista denuncian de una forma inteligente y cruda lo esperpénticos que nos hemos convertido los humanos al pasar de actores a espectadores de la vida. En estas fotos son los animales quienes miran a los visitantes atónitos, como preguntándose qué estamos mirando.

Fotos: Ignacio Evangelista

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